El siguiente cuento ha sido redactado por mi, posteriormente realicé un análisis semiótico que me permitió comprender cómo es que cada uno de los personajes tiene un objetivo en común y hacen lo que esta en sus manos para alcanzar dicha meta.
ADIÓS JEAN
Lilan contuvo la respiración.
Su vista se movía al mismo tiempo que su mano trazaba una línea verde gruesa.
Todo era tan tranquilo aquel
día… incluso se podía escuchar el danzar de las hojas en las copas de los
árboles.
–Sólo una línea más –dijo
alguien a su espalda
–Estas loca, faltan muchas
líneas –tomó un poco más de pintura– tendré suerte si termino en dos días
más.
–Creo que aquí la loca eres
tú, Lilan
Lilan se giró bruscamente y
sintió como su pecho comenzaba a elevarse por la respiración agitada. Llevaba
semanas trabajando en aquel cuadro, siempre que pintaba lo hacía sin compañía,
pero ella juraba que en esta ocasión no estaba sola…
–Lilan, tu cuadro es horrible
–No lo es… –dijo insegura
–Por supuesto que si… es tan
abstracto y feo como tu personalidad
–Te he dicho que me dejes en
paz, Jean
–¿A quién le hablas? Si estas
sola, yo no existo… al menos no físicamente.
Lilan cerró los ojos con
fuerza y se preocupó por dejar que su mano se moviera sola al compás del soplar
del viento que entraba por su amplia ventana. Lentamente comenzó a sonreír,
siempre que pintaba las comisuras de sus labios se elevaban y mostraban el lado
dulce de su alma.
Con lentitud, Lilan abrió los
ojos y contempló lo que había avanzado. Continuó pintando con colores vivos y
llamativos hasta que el manto obscuro de la noche le imposibilitó seguir realizando
trazos. Caminó hacia un extremo de la habitación y encendió la luz para
regresar a su posición anterior y continuar pintando aquella obra.
–Lilan… ¿qué es eso que has
pintado? –susurró alguien en su oído
–No te incumbe saberlo, Jean
–Somos amigas, debes
decírmelo
–Una amiga no llama “horribles”
a mis obras de arte, Jean. Mejor desaparece, estoy harta de ti
–No me iré jamás y lo sabes
Lilan sonrió de lado y miró
por encima de su hombro, dirigiendo una mirada al rincón de donde provenía la
voz.
–Bien, Jean, tenías razón.
Esta obra será terminada hoy mismo
–No me interesa si no me
dices que es
–¿En serio no tienes ni la
más mínima idea?
–Bueno, luce… luce como tú,
Lilan
Aquella fue la última voz que
se escuchó. El cuarto permaneció en silencio durante un par de minutos. Lilan
tomó el pincel mas delgado de su colección y entonces firmó la obra maestra que
le había llevado aproximadamente un mes pintar.
–Esta listo –sonrió con
satisfacción
–Lilan, cariño, ¿puedo pasar?
–Por supuesto mamá.
La señora Carter entró con
paso tranquilo, así era ella, siempre calmada y sigilosa con gesto apacible en
su rostro, un brillo especial en sus ojos color esmeralda, igual al de Lilan. Su
cabello era largo y obscuro, cualquiera que la viera pensaría que sus labios
rosas palo escondían algún secreto.
–Oh querida, veo que al fin
has terminado tu cuadro –apoyó las manos en los hombros de su hija– ¿Es un
autorretrato?
Lilan inclinó ligeramente su
cabeza para analizar lo que había pintado. Era cierto. Su madre y Jean tenían
razón… parecía que se había pintado a si misma.
En el cuadro aparecía una
joven de 17 años, su cabello era largo y ligeramente rojizo, la mitad cubría su
cara y por tanto algunas de las pecas que escarchaban su mejilla derecha. Los
ojos eran verde esmeralda con un toque de café, idénticos a los de ella.
–No en realidad…
–Pero luce igual a ti –su
madre se acercó al cuadro– aunque espera un momento, ella tiene un gesto
molesto, y su mirada es aterrorizante. Tú no eres así, Lilan ¿por qué piensas
que si?
–No soy yo, mamá. Ella es
prejuiciosa, tiene un resentimiento enorme con todo el mundo y es insegura
–suspiró– sus ojos siempre muestran rencor y… nunca sonríe, creo que su
alma es negra, como la noche
–Y tú eres dulce,
inteligente, tranquila y responsable… eres la mejor hija del mundo–le dio un
beso en el cabello– La joven de tu cuadro es idéntica a ti en el exterior, pero
no en el interior.
Lilan continuó examinando el
cuadro y dio un paso al frente para zafarse del agarre de su madre.
–Eso no es lo que pensabas
hace un par de meses, madre. Si mi memoria no me falla, hasta me enviaste al
psiquiátrico
–Lilan, por favor, te he
pedido disculpas por eso. Sin embargo, sabes que fue lo mejor… ¡antes jurabas
que alguien llamada Jennifer estaba contigo todo el tiempo!
–No se llamaba Jennifer
–espetó con furia
–No me interesa saber su
nombre. Lo importante es que ella desapareció –suspiró con irritación– Ahora,
necesito que bajes, la cena esta lista, no tardes o se enfriará.
La señora Carter comenzó a
caminar hacia la salida y justo cuando había dado un paso fuera de la
habitación, Lilan la detuvo con su voz.
–Mamá
–¿Si?
–Jean aun no se ha ido –la miró
fijamente– insiste en quedarse
–Lilan, cariño por favor ella
se fue y lo sabes
–No, no lo hizo, pero me
encargaré de que así sea
La señora Carter miró con
preocupación a su hija, avanzó un paso pero Lilan corrió y cerró la puerta con
un golpe en seco.
–Lilan, abre la puerta, por
favor
–Estoy bien mamá, en un
momento bajo. Solo quiero estar a solas un momento, anda
–Lilan…
–Confía en mi –interrumpió
ella– en la terapia te dijeron que confiaras en mi
La señora Carter soltó el
pomo de la puerta y retrocedió. Confiaba en su hija, se había prometido que lo
haría.
–No demores, por favor –dijo
antes de bajar al comedor.
Lilan caminó con
determinación hasta el caballete donde descansaba su obra más reciente, la tomó
entre sus manos y la retiró de la base donde había estado posada un mes.
–Maravilloso, al fin la has
terminado. ¿Dónde la colgarás, Lilan?
–No la colgaré, Jean
–¿Por qué no? –dijo la voz exaltada– es
fantástica, eres tú en otra faceta, ¡debes colgarla!
–Tengo otros planes en mente
–Cuélgala en la pared
derecha, así la verás siempre que te levantes
–Te he dicho que no
Lilan caminó al escritorio,
tomó un cutter con el cual sacaba punta a sus lápices y se arrodilló en el
suelo, colocando el cuadro sobre la alfombra.
–¿Qué vas a hacer, para qué
quieres eso? Es peligroso, ¡aléjalo!
–No más peligroso que tú,
Jean
–Yo no soy peligrosa, tú si
lo eres. Por eso te enviaron al psiquiátrico, ¿lo olvidas? –la voz retumbaba en
los oídos de Lilan– Estuviste a punto de acabar con tu vida… hiciste a
muchas personas miserables… tú eres peligrosa.
–Esa no era yo –tragó
saliva– eras tú, Jean. Siempre has sido tú quien lastima a las personas...
fuiste tú quien intentó terminar con tu vida y eres tú quien merece
desaparecer.
Lilan aproximó el cutter al
cuadro y comenzó a trazar líneas, rasgando ligeramente la tela
–¿Pero qué haces? ¡Para…
estas arruinándolo!
Pero ella no escuchó,
simplemente continuó haciendo líneas, cada una más gruesa y pesada que la
anterior. El cuadro comenzaba a perder forma, ya no era una obra de arte, ahora
lucía como un bastidor desecho, cortado con resentimiento.
–¿Por qué lo haces, Lilan?
–Porque me cansé de ti, Jean.
Te he pintado para destruirte, este siempre fue el objetivo. El psiquiatra me
prometió que la mejor manera de sacarte de mi vida sería a través de lo que más
me gusta. Disfruto pintar, es por eso que lo hice.
–¿No me
quieres más en tu vida?
–No, no quiero nada negativo
en mi vida. Merezco ser feliz otra vez, olvidarme de los errores y seguir
adelante para ser todo lo que siempre quise. Adiós, Jean.
Lilan
comenzó a cortar el lienzo con más fuerza, sacando todo lo que alguna vez la
lastimo. Con cada movimiento que realizaba, sentía que su alma se liberaba y al
mismo tiempo la línea formada en sus labios comenzaba a curvearse hasta formar
una sonrisa genuina. Sintió sus brazos doler de tanto esfuerzo y decidió parar.
Había concluido, ahora sí, su
obra maestra estaba terminada.