lunes, 12 de agosto de 2013

UN CUENTO ANTES DE DORMIR


El siguiente cuento ha sido redactado por mi, posteriormente realicé un análisis semiótico que me permitió comprender cómo es que cada uno de los personajes tiene un objetivo en común y hacen lo que esta en sus manos para alcanzar dicha meta.


ADIÓS JEAN

Lilan contuvo la respiración. Su vista se movía al mismo tiempo que su mano trazaba una línea verde gruesa.
Todo era tan tranquilo aquel día… incluso se podía escuchar el danzar de las hojas en las copas de los árboles.

–Sólo una línea más –dijo alguien a su espalda
–Estas loca, faltan muchas líneas –tomó un poco más de pintura– tendré suerte si termino en dos días más.
–Creo que aquí la loca eres tú, Lilan
Lilan se giró bruscamente y sintió como su pecho comenzaba a elevarse por la respiración agitada. Llevaba semanas trabajando en aquel cuadro, siempre que pintaba lo hacía sin compañía, pero ella juraba que en esta ocasión no estaba sola…
–Lilan, tu cuadro es horrible
–No lo es… –dijo insegura
–Por supuesto que si… es tan abstracto y feo como tu personalidad
–Te he dicho que me dejes en paz, Jean
–¿A quién le hablas? Si estas sola, yo no existo… al menos no físicamente.

Lilan cerró los ojos con fuerza y se preocupó por dejar que su mano se moviera sola al compás del soplar del viento que entraba por su amplia ventana. Lentamente comenzó a sonreír, siempre que pintaba las comisuras de sus labios se elevaban y mostraban el lado dulce de su alma.
Con lentitud, Lilan abrió los ojos y contempló lo que había avanzado. Continuó pintando con colores vivos y llamativos hasta que el manto obscuro de la noche le imposibilitó seguir realizando trazos. Caminó hacia un extremo de la habitación y encendió la luz para regresar a su posición anterior y continuar pintando aquella obra.
–Lilan… ¿qué es eso que has pintado? –susurró alguien en su oído
–No te incumbe saberlo, Jean
–Somos amigas, debes decírmelo
–Una amiga no llama “horribles” a mis obras de arte, Jean. Mejor desaparece, estoy harta de ti
–No me iré jamás y lo sabes

Lilan sonrió de lado y miró por encima de su hombro, dirigiendo una mirada al rincón de donde provenía la voz.

–Bien, Jean, tenías razón. Esta obra será terminada hoy mismo
–No me interesa si no me dices que es
–¿En serio no tienes ni la más mínima idea?
–Bueno, luce… luce como tú, Lilan

Aquella fue la última voz que se escuchó. El cuarto permaneció en silencio durante un par de minutos. Lilan tomó el pincel mas delgado de su colección y entonces firmó la obra maestra que le había llevado aproximadamente un mes pintar.
–Esta listo –sonrió con satisfacción

–Lilan, cariño, ¿puedo pasar?
–Por supuesto mamá.

La señora Carter entró con paso tranquilo, así era ella, siempre calmada y sigilosa con gesto apacible en su rostro, un brillo especial en sus ojos color esmeralda, igual al de Lilan. Su cabello era largo y obscuro, cualquiera que la viera pensaría que sus labios rosas palo escondían algún secreto.

–Oh querida, veo que al fin has terminado tu cuadro –apoyó las manos en los hombros de su hija– ¿Es un autorretrato?

Lilan inclinó ligeramente su cabeza para analizar lo que había pintado. Era cierto. Su madre y Jean tenían razón… parecía que se había pintado a si misma.
En el cuadro aparecía una joven de 17 años, su cabello era largo y ligeramente rojizo, la mitad cubría su cara y por tanto algunas de las pecas que escarchaban su mejilla derecha. Los ojos eran verde esmeralda con un toque de café, idénticos a los de ella.

–No en realidad…
–Pero luce igual a ti –su madre se acercó al cuadro– aunque espera un momento, ella tiene un gesto molesto, y su mirada es aterrorizante. Tú no eres así, Lilan ¿por qué piensas que si?
–No soy yo, mamá. Ella es prejuiciosa, tiene un resentimiento enorme con todo el mundo y es insegura –suspiró– sus ojos siempre muestran rencor y… nunca sonríe, creo que su alma es negra, como la noche
–Y tú eres dulce, inteligente, tranquila y responsable… eres la mejor hija del mundo–le dio un beso en el cabello– La joven de tu cuadro es idéntica a ti en el exterior, pero no en el interior.  

Lilan continuó examinando el cuadro y dio un paso al frente para zafarse del agarre de su madre.

–Eso no es lo que pensabas hace un par de meses, madre. Si mi memoria no me falla, hasta me enviaste al psiquiátrico
–Lilan, por favor, te he pedido disculpas por eso. Sin embargo, sabes que fue lo mejor… ¡antes jurabas que alguien llamada Jennifer estaba contigo todo el tiempo!
–No se llamaba Jennifer –espetó con furia
–No me interesa saber su nombre. Lo importante es que ella desapareció –suspiró con irritación– Ahora, necesito que bajes, la cena esta lista, no tardes o se enfriará.

La señora Carter comenzó a caminar hacia la salida y justo cuando había dado un paso fuera de la habitación, Lilan la detuvo con su voz.

–Mamá
–¿Si?
–Jean aun no se ha ido –la miró fijamente– insiste en quedarse
–Lilan, cariño por favor ella se fue y lo sabes
–No, no lo hizo, pero me encargaré de que así sea
La señora Carter miró con preocupación a su hija, avanzó un paso pero Lilan corrió y cerró la puerta con un golpe en seco.
–Lilan, abre la puerta, por favor
–Estoy bien mamá, en un momento bajo. Solo quiero estar a solas un momento, anda
–Lilan…
–Confía en mi –interrumpió ella– en la terapia te dijeron que confiaras en mi
La señora Carter soltó el pomo de la puerta y retrocedió. Confiaba en su hija, se había prometido que lo haría.
–No demores, por favor –dijo antes de bajar al comedor.

Lilan caminó con determinación hasta el caballete donde descansaba su obra más reciente, la tomó entre sus manos y la retiró de la base donde había estado posada un mes.

–Maravilloso, al fin la has terminado. ¿Dónde la colgarás, Lilan?
–No la colgaré, Jean
–¿Por qué no? –dijo la voz exaltada– es fantástica, eres tú en otra faceta, ¡debes colgarla!
–Tengo otros planes en mente
–Cuélgala en la pared derecha, así la verás siempre que te levantes
–Te he dicho que no
Lilan caminó al escritorio, tomó un cutter con el cual sacaba punta a sus lápices y se arrodilló en el suelo, colocando el cuadro sobre la alfombra.
–¿Qué vas a hacer, para qué quieres eso? Es peligroso, ¡aléjalo!
–No más peligroso que tú, Jean
–Yo no soy peligrosa, tú si lo eres. Por eso te enviaron al psiquiátrico, ¿lo olvidas? –la voz retumbaba en los oídos de Lilan– Estuviste a punto de acabar con tu vida… hiciste a muchas personas miserables… tú eres peligrosa.
–Esa no era yo –tragó saliva– eras tú, Jean. Siempre has sido tú quien lastima a las personas... fuiste tú quien intentó terminar con tu vida y eres tú quien merece desaparecer.

Lilan aproximó el cutter al cuadro y comenzó a trazar líneas, rasgando ligeramente la tela
–¿Pero qué haces? ¡Para… estas arruinándolo!

Pero ella no escuchó, simplemente continuó haciendo líneas, cada una más gruesa y pesada que la anterior. El cuadro comenzaba a perder forma, ya no era una obra de arte, ahora lucía como un bastidor desecho, cortado con resentimiento.

–¿Por qué lo haces, Lilan?
–Porque me cansé de ti, Jean. Te he pintado para destruirte, este siempre fue el objetivo. El psiquiatra me prometió que la mejor manera de sacarte de mi vida sería a través de lo que más me gusta. Disfruto pintar, es por eso que lo hice.
–¿No me quieres más en tu vida?                                  
–No, no quiero nada negativo en mi vida. Merezco ser feliz otra vez, olvidarme de los errores y seguir adelante para ser todo lo que siempre quise. Adiós, Jean.

Lilan comenzó a cortar el lienzo con más fuerza, sacando todo lo que alguna vez la lastimo. Con cada movimiento que realizaba, sentía que su alma se liberaba y al mismo tiempo la línea formada en sus labios comenzaba a curvearse hasta formar una sonrisa genuina. Sintió sus brazos doler de tanto esfuerzo y decidió parar.  

Había concluido, ahora sí, su obra maestra estaba terminada.

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